Ryan Gosling. Potencia en estado puro

Si miramos hacia el firmamento de Hollywood, una estrella brilla con demasiada fuerza. Posee un energía que desconcierta y atrae a partes iguales. Una supernova que aumenta de tamaño cada año que pasa y su nombre es Ryan Gosling.

Aturdidos asistimos a la explosión pautada de este fenómeno. Cada papel que interpreta emite destellos de carisma y genuinidad, y su valor interpretativo aumenta junto a la estela sexual que desprende su figura. Una maravilla que el séptimo arte americano reservaba para estos años raros, convulsos, donde soñar ya no es gratis y creerse ambientes o personajes disputa con digerir la realidad.

Estados Unidos y su meca del cine han lanzado a este actor canadiense a un lugar seguro. El del respeto ganado a pulso. El de los papeles con carga y contenido y el de mito erótico que te hace vibrar con escenas de acción y te enamora con secuencias cómicas o románticas. Ryan Gosling, treinta y dos años y todo un futuro por delante.

Pero para soñar con el futuro, mejor empezar con su pasado y presente.

En 1993, Ryan Gosling abandona su país para comenzar en Florida el show infantil Mickey Mouse Club de Disney Channel. Allí permanece dos años y comparte plató con Justin Timberlake, Britney Spears y Christina Aguilera. De este teen-team salen airosos los demás en un primer momento. El tiempo y las cosas de la vida han relegado a unos en estrellas (Gosling y Timberlake) y a otros en parodias de algo que pudo ser (Spears y Aguilera, con lo que tienen por dar y lo cutres que han llegado a ser). Gosling no fue catapultado ipso facto. De la experiencia Disney pasó a otros programas de entretenimiento. Are you afraid of the Dark?, Goosebumps, Breaker High y Young Hercules. Secundario importante pero discreto y sin bombo y platillo. Así anduvo hasta 1999. Lentamente, a su ritmo y con sus destrezas desarrollándose junto a una adolescencia conflictiva.

Creció entre picos emocionales y una actitud solitaria y algo peculiar. Su educación mormona, dice, le inspiró cuando por fin llegó su primer papel serio. El de judío neonazi en The Believer. Era el año 2001 y con veintiún añitos la cosa empezaba a ponerse interesante. Y las críticas por su interpretación comenzaron a calentar motores. El festival de Sundance fue escenario de su puesta de largo en el mundo adulto y reconoce que en ese momento comenzó realmente a creer que era actor.

Pero como suele ocurrir si haces algo bien, los demás quieren que repitas una y otra vez. Encadenó papeles de inadaptado durante cuatro años. Se paseó por Murder by Numbers (junto a Sandra Bullok), The Slaughter Rule (metiéndose en problemas frente a David Morse), The United States of Leland (macabro Gosling y su asesinato de un niño) y Stay (thriller psicológico junto a los «imposibles» Naomi Watts y Ewan McGregor. Las críticas no fueron nada halagüeñas para McGregor y Gosling). No obstante, el joven no se amilanó frente a estas malas opiniones.

Y en el año 2004, como un soplo de aire fresco entre tanto guión abrasivo, aparece SU oportunidad. La de encandilar a medio planeta con una de las películas más dulces y románticas que recordamos. The Notebook (en España, El Diario de Noa). Dos chavales, Ryan Gosling y Rachel McAdams, se enamoran perdidamente frente a la cámara y transmiten al mundo entero una complicidad y química poco habitual. Pese a no soportarse durante el rodaje, fueron dos auténticos torpedos de vitalidad, sensualidad e ilusión. Y así fue percibido por la crítica. Y como nota de marujeo, añadir que años después fueron pareja en la vida real, pero eso mejor se lo dejamos a las revistas del corazón.

Llega el año 2006 y a este diamante cada vez más pulido le surge un papel protagonista. Interpreta a un profesor de secundaria  adicto a las drogas y que acaba enamorándose de una estudiante en Half Nelson. De nuevo la crítica hambrienta de iconos, eleva la actuación de Gosling a una de las mejores en cine contemporáneo y tras la estela de The  Believer, erige a Ryan como uno de los mejores actores de su generación. Con esta cinta consiguió una nominación a los Oscar, a los Premios del Sindicato de Actores y a un Broadcast Film Critics Association. Ganó sin embargo el premio a mejor actor en los premios Independent Spirit.

Siguió con Lars and the Real Girl. Una comedia curiosa donde interpreta a un joven enamorado de una muñeca, torpe y aislado. Con este trabajo amplía su registro y sella lo que en mi opinión es su marca de identidad, su camaleónica interpretación. También en esta ocasión fue nominado a varios premios, obteniendo finalmente uno de menor repercusión (Satellite).

Y antes de realizar un parón en su carrera, en 2007 protagoniza junto a Anthony Hopkins Fracture. Acepta el papel solo por poder actuar junto a Hopkins y en esta historia de vanidad donde el grande acaba cayendo frente al pequeño, la sintonía entre ambos actores es notoria y el equilibrio profesional evidente. Una vez más, Ryan Gosling recibe buenas críticas. Su trayectoria va viento en popa.

Entonces desaparece durante tres años del cine. Pero este inciso en su carrera no supone otra cosa que regresar con más fuerza aún si cabe. 2010 es el año en el que junto a Michelle Williams protagoniza Blue Valentine, una pequeña maravilla del desamor, de la lucha por salvar lo perdido y de lo bueno y lo malo que nos arranca el amor. Rodada sin pretensiones, el peso y la grandeza del título reside en la pareja protagonista y un Ryan Gosling maduro, pasional, destruido y luchador arrasa con una interpretación que te mueve las entrañas. Y más nominaciones. Y más campos por explorar dentro de sus infinitas posibilidades a la hora de actuar.

Y si estábamos algo despistados, sobre todo las mujeres, llega en 2011 Crazy, Stupid, Love. Una comedia de la que ya hablamos en este blog y que a una servidora le gustó. Y el camaleónico Gosling que antes mencionaba, realiza una pirueta doble para transformarse esta vez en el gigoló sin aspiraciones económicas, tan solo hedonistas, que de dar lecciones en el arte de la seducción acaba siendo seducido por la antítesis de su prototipo de mujer. Esa vis cómica amplía el repertorio nutrido de roles y su elegancia va en aumento. Prosigue con Drive, una cinta de acción donde sin pretenderlo acaba convertido en héroe dispuesto a todo por salvar a su damisela. Gosling sigue devorando todo aquello que se pone por delante y eleva su potencia al máximo.

George Clooney lo introduce en The Ides of March dándole réplica a él mismo. Narra la historia de un joven idealista que empieza a trabajar para un candidato a las primarias demócratas. Sus ideales pronto se verán alterados al comprobar con estupor que en política, todo vale y sólo importa el éxito.

Y nos plantamos en el 2013. Este año podremos verlo en The Place Beyond the Pine, The Gangster Squad y Only God Forgives. Y como futuros proyectos tiene Lawless (Terrence Malick) y Logan’s Run.

Este chico, hombre, matón, enamorado, tierno, psicópata, seductor y aventurero que es Ryan Gosling aún puede ser mucho más. Esto es la punta del iceberg. Y puesta a remarcar, su físico desarma a cualquiera. Nunca olvidaré la frase de Emma Stone en Crazy, Stupid, Love cuando descubre su torso desnudo y esta pizpireta pecosa y encantadora exclama, «¡venga ya, ni con Photoshop!». Así es. Un Dios griego esculpido que interpreta como un monstruo.